Economías Rurales Resilientes, una Estrategia para el Desarrollo Sostenible

Guillermo Salas Razo

Datos estadísticos demuestran que la economía rural en México se ha visto afectada por una serie de factores; entre los que se incluyen: la falta de infraestructura, la escasez de recursos financieros, la baja productividad agrícola y la pobreza.

Esto ha llevado a una disminución en el bienestar de la población rural, contribuyendo a su vez a una mayor desigualdad entre las regiones rurales y las zonas urbanas.

Esto se puede observar en el Índice de Desarrollo Humano (IDH) de México, donde el promedio nacional es de 0,741, mientras que en las regiones rurales es significativamente más bajo, de 0,637. También el Índice de Pobreza Multidimensional (IPM) de México muestra que el porcentaje de personas en situación de pobreza en las regiones rurales es significativamente más alto que el promedio nacional (46,3% vs. 40,2%).

Ambos datos demuestran claramente la necesidad de construir en nuestro país nuevos modelos de economías rurales resilientes que ayuden a mejorar el bienestar de la población rural y a reducir la desigualdad que existe con respecto a las zonas urbanas, mejorando el desarrollo humano y reduciendo la pobreza.

La construcción de estos nuevos modelos de economías rurales resilientes son un tema de gran relevancia para el desarrollo sostenible de nuestras comunidades rurales, ya que con ellos se estarían generando nuevos empleos, mayores ingresos a las familias y mayor acceso a los servicios básicos de la población.

Y es que hablar de resiliencia de estas economías rurales es referirse a su capacidad para resistir y adaptarse a los cambios en el entorno, como la variación de los precios de los productos, la escasez de recursos, la variación de la demanda y la competencia, entre otros.

Esto implica abordar los desafíos que enfrentan las comunidades rurales, que por cierto he venido mencionando en publicaciones anteriores, entre los que se encuentran: la falta de infraestructura adecuada, la escasez de recursos, la falta de acceso a los mercados, la falta de educación y capacitación, la falta de capital, la falta de acceso a la tecnología y la falta de acceso a créditos blandos; es decir, se necesita implementar una estrategia de desarrollo rural que tenga en cuenta las necesidades de la comunidad, entre las que destacan la promoción de la inversión en infraestructura, la mejora de la educación y la capacitación, el desarrollo de la tecnología, el acceso a los mercados, el acceso al financiamiento, el desarrollo de la agricultura y la ganadería, el desarrollo de la industria y el desarrollo de la energía renovable.

Pero para consolidar un modelo económico rural resiliente como el que propongo, se debe promover la participación de la comunidad; esto significa involucrarla en la toma de decisiones, el diseño de políticas y la implementación de proyectos, con ello se aseguraría el uso eficiente de los recursos y que los beneficios que se obtengan sean compartidos equitativamente entre todos los miembros de la comunidad.

También se debe promover la cooperación entre las comunidades rurales, compartiendo recursos, conocimientos y experiencias; esto ayudaría a las comunidades rurales a ser más resilientes y resistir mejor los cambios en el entorno.

Sí este enfoque de modelo económico rural resiliente lo pusiéramos en marcha, además del impacto social y económico positivo que generaría en Michoacán, se estaría contribuyendo a la conservación de los recursos naturales, promoción de una agricultura sostenible, producción de alimentos locales, preservación de la cultura local, fomento a la producción de productos artesanales y sobre todo a la preservación de la identidad cultural de nuestro grandioso Estado, #PalabraDeNicolaíta.