Autor: Víctor Hugo Ortiz Montalvo

La Organización Mundial de la Salud (OMS), define a la mortalidad como un indicador que nos permite conocer el número de defunciones por lugar, intervalo de tiempo y causa. En estos tiempos de pandemia el término mortalidad es uno de los indicadores más utilizados que les permite a las autoridades sanitarias conocer y evaluar cuáles son los países que registran mayores números de pérdidas humanas a causa de la COVID-19.

En las últimas semanas hemos visto los informes epidemiológicos de la Dirección General de Vigilancia Epidemiológica (DGE), que nos arrojan datos preocupantes. Como ejemplo claro tenemos el siguiente: El pasado martes 12 de enero, México registró en 24 horas un total de 1314 defunciones por la COVID-19 llegando con ello al día con mayor letalidad de toda la pandemia. Día con día nuestro país rompe récord en contagios y defunciones por el nuevo coronavirus.

Actualmente México se encuentra dentro de los cinco países de Latinoamérica más afectados por la pandemia, suma un 1 571 901 casos totales y 136 mil 917 defunciones. Ante estas estadísticas preocupantes es pertinente realizarse la siguiente pregunta: ¿Por qué nuestro país registra una de las mayores tasas de mortalidad de Latinoamérica?

Para dar una supuesta respuesta a esta pregunta es importante mencionar los siguientes argumentos:

1.- En nuestro país más de la mitad de la población padece alguna enfermedad crónica degenerativa. Principalmente los y las mexicanas sufren de Obesidad, Sobrepeso, Hipertensión Arterial o Diabetes Mellitus. La última edición de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT), nos dice que 13 millones de mexicanos tienen diagnóstico médico de Diabetes Mellitus y otros cuantos lo padecen y no lo saben. Cabe mencionar que la COVID-19 aumenta el riesgo de muerte en las personas que padecen alguna enfermedad crónica degenerativa. Argumento suficiente que hace entender la vulnerabilidad de los mexicanos ante la pandemia.

2.- No hay un tratamiento específico que cure la enfermedad por la COVID-19 y la aplicación de las vacunas es muy baja. De aquí que no hay una protección específica que prevenga la infección y cure la enfermedad.

3.- Los sistemas de salud públicos y privados se encuentran rebasados en su capacidad en la mayoría de los estados de nuestro país. No hay ni la infraestructura ni los insumos materiales necesarios para brindar una atención médica de calidad a los pacientes enfermos de la COVID-19.

4.- No hay una estrategia clara por parte del Gobierno Federal y los Gobiernos Estatales que les garantice a las personas enfermas de la COVID-19 el recibimiento de una atención temprana a fin de evitar complicaciones y fallecer. La mayoría de las personas enfermas llegan a las unidades de salud cuando presentan síntomas graves y en suma a esto la atención médica es muy tardada.

La vulnerabilidad de nuestro país es inmensa frente a esta pandemia. Para disminuir los estragos del nuevo coronavirus habrá que ser responsables y quedarse en casa en la medida de lo posible y si se sale a los espacios públicos respetar de manera responsable las medidas sanitarias.
Por supuesto que ningún país estaba preparado para enfrentar un problema de tan grave magnitud como es el de la pandemia. Pero en estos once meses que llevamos de pandemia en nuestro país, la sociedad debe de entender que la mejor manera de romper la cadena de contagios es asumiendo la responsabilidad.

Mientras no se inmunice a más de la mitad de la población en nuestro país, los mexicanos seguiremos siendo susceptibles de un contagio y vulnerables ante la COVID-19. Mientras tanto es momento de ser responsables y participar para romper la cadena de contagios y de defunciones. En la historia de las pandemias la ciencia y la responsabilidad social son aspectos fundamentales para salir bien librados.